Corresponsal de Paz

Narrativas para un mundo mejor

Redentor del placer mutilado

Hace ya décadas que Pierre Foldes está amenazado de muerte: desde que comenzó su interés por los órganos sexuales femeninos. Urólogo de profesión, este médico francés es el inventor y casi el único practicante en el mundo de una técnica que reconstruye el clítoris a las mujeres que han sufrido la llamada “ablación o circuncisión femenina”. Esta brutal costumbre utilizada en 28 países de África para matar el deseo femenino, se extiende ahora peligrosamente hacia otras latitudes. Foldes afirma que es posible devolver el placer a 140 millones de mujeres sometidas a este tormento, pero ya sea por miedo o porque no resulta redituable, casi ningún otro médico se atreve a seguirle del todo los pasos.

En febrero del año 2000 la policía francesa interrogaba en París a una niña de origen africano. La pequeña de apenas 13 años era una de las tres hermanas de la familia Bah, inmigrantes senegaleses residentes en Francia. -“¿Tú sabías que han mutilado a tu hermana?”-preguntaron-. La respuesta natural e inocente sorprendió a los inspectores: “Sí, yo se que han cortado a mi hermanita pequeña, la que acaba de nacer” -¿Y te parece que eso está bien? –insistieron los policías- “¡Ah no! Me parece horrible eso que le han hecho. Yo nunca permitiría que me pasara lo mismo”.

Pero la sorpresa de los gendarmes fue nada comparada con la indignación que pronto invadió a la niña interrogada. Al ser sometida a una revisión, descubrió que ella y su otra hermana (entonces de diez años) habían corrido la misma suerte. Todas habían sido mutiladas. Apenas nacer, a las tres se les había literalmente rebanado el clítoris. ¿Los culpables? Sus propios padres, que en pleno París del siglo XXI, renovaron el pacto con un ritual ancestral de su África natal: cortar el órgano sexual de sus niñas para asegurarse de que no sentirán deseo ni placer en toda su vida; para garantizar su virginidad hasta llegar a algún matrimonio arreglado contra su voluntad y finalmente, para evitar la infidelidad una vez entregadas a su nuevo dueño.

Las cifras mundiales de este rito sin origen, practicado en 28 estados africanos y algunas regiones de Oriente Medio son escalofriantes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre 100 y 140 millones de mujeres ya han pasado por la tortura. Anualmente se suman a la lista 3 millones de mujeres más, es decir 8,000 ablaciones diarias, una mujer mutilada por ablación cada 9 segundos.

En todas estas regiones el pecado original es ser mujer. Y el miedo a la independencia femenina se corta de raíz: un cuchillo, una navaja de afeitar o piedras afiladas, cualquier instrumento es válido para asegurar la castidad y la fidelidad.

Nadie sabe cómo o cuándo nació este culto al sometimiento. Muchos de sus practicantes lo atribuyen al Islam y sin embargo, ni el Corán ni ninguna otra religión hacen referencias directas, aunque ciertamente lo han tolerado tanto musulmanes como judíos, cristianos y cristianos coptos que habitan en estos países; todos coinciden en imponer este cinturón de castidad perpetuo. Y aunque resulta evidente que la génesis de la costumbre es masculina, cierto y triste es que son las propias madres y familiares mujeres quienes obligan a sus hijas a este martirio. Un suplicio que con el extendido fenómeno de la emigración, ya comienza a cruzar y lesionar fronteras: Estados Unidos, Canadá, Italia, Finlandia, Suecia e Inglaterra sufren hoy esta herida, mientras que en Francia se estima que en los próximos años, 60 mil niñas serán mutiladas o enfrentan el peligro de que su derecho al placer se convierta en llaga.

En París brilla una luz de sensibilidad

Sin embargo, es posible que las tres niñas de la familia Bah y otras jovencitas hijas de inmigrantes africanos residentes en Francia, tengan, después de todo, alguna esperanza de conocer una vida sexual normal. Ellas viven en París, el mismo lugar donde opera el único médico en el mundo que reconstruye el clítoris a las mujeres que han sufrido esta horrorosa costumbre.

El doctor Pierre Foldes comenzó su carrera médica hace más de 35años. Recién egresado de la universidad y con el diploma de cirujano urólogo bajo el brazo, Foldes partió en misión humanitaria.

Con la organización de Médicos del Mundo, trabajó en esas tristemente típicas regiones donde se sufren todas las indigencias económicas, sociales y médicas: India, Afganistán, Centroamérica y África. Desde su minúsculo consultorio a las afueras de París, Foldes habla con Corresponsal de Paz sobre su iniciación:

“A principios de los 80, recibimos un reporte que alertaba sobre la elevada mortalidad de las mujeres africanas durante el parto. Una vez ahí, constaté la impresionante cantidad de desgarros vaginales, infecciones y toda clase de complicaciones ginecológicas. Ese fue mi primer contacto con la mutilación sexual. Debía atender a estas mujeres violentadas por su propia familia, por su propia sociedad. Era una herida provocada intencionalmente y con consecuencias para el resto de sus vidas”

Curar y callar. Al principio fue lo que este médico francés hizo con las mujeres que atendía en África, pues se supone que los voluntarios no deben intervenir en las costumbres de los lugares donde prestan servicio. Pero también es verdad que existía en él esa semilla de idealismo de casi todos los que participan en las misiones humanitarias. Y fue precisamente esa semilla la que un día maduró de forma casi imprevista. Un día, mientras trabajaba en Burkina Faso, en el África Oriental, una mujer con agudos dolores, le rogó llorando a Pierre Foldes que le curara la herida. Entonces todo cambió, según explica el galeno:

“Me pidió que la curara. Y yo pensé que solamente la curaría si reparaba el daño que le habían hecho. Yo era sólo un médico y por eso al principio no me hice cuestionamientos filosóficos sobre la mutilación. Quería curarla realmente. A ella y a todas las demás. Así que comencé a idear una técnica para reconstruir el clítoris cortado de esas mujeres que habían sido condenadas a la insensibilidad sexual.”

En busca del placer perdido

Foldes comenzó entonces a trabajar de manera rudimentaria en aquellos parajes africanos desolados y desoladores. Parecía que su técnica médica funcionaba y poco a poco las mujeres fueron acercándose a él, con recelo al principio, y con discreción después. Cuando habla de sus primeras investigaciones, su voz -que de por sí es apresurada- sube considerablemente de tono, casi con una gravedad de rabia:

“Fue increíble. Tuve que partir absoluta y completamente de cero. ¿Mi primer triste descubrimiento? Que en todos estos siglos de investigaciones médicas no hay prácticamente ningún estudio serio sobre el clítoris. ¡Nadie hasta ahora se ha interesado en este órgano! Toda la comunidad científica se ha centrado en volúmenes de estudios sobre el sexo de masculino, pero de este extraordinario órgano femenino casi ni una palabra. ¿Extraño, no? Puesto que se trata de un órgano cuya única función es el placer y el deseo. Nada más. No tiene otra misión. Y yo no creo que esto sea un olvido casual del ser humano, ni un capricho de la naturaleza. El clítoris femenino es un prodigio, por eso se le teme tanto”

Durante 20 años Pierre Foldes trabajó sobre esta técnica inventada por él y lo hizo en la casi absoluta clandestinidad, con los limitados medios de las misiones en varias regiones africanas. Casi al mismo tiempo que inició su labor redentora, comenzaron también las amenazas de muerte; al principio hizo caso omiso porque, como él mismo explica, los voluntarios suelen ser vistos con recelo.

Pero luego las amenazas se extendieron también a las mujeres que se atrevían a cruzar aquella frontera de la tradición. Entonces decidió regresar a Francia para perfeccionar la innovadora técnica que había inventado y con toda la intención de darla a conocer a la comunidad científica. Después, quizá otros médicos podrían sumarse a la labor.

De las misiones humanitarias a la soledad de una misión

Hace más de una década que Pierre Foldes dejó la sabana africana y trabaja en un pequeño pueblo a las afueras de París. Su técnica sigue viva y perfeccionándose, pero hasta el momento, prácticamente ningún otro médico en el mundo ha tenido interés en continuar con los secretos de esta operación, que debería ser, al día de hoy, una verdadera revolución médica.

En su minúsculo consultorio, combina la profesión de urólogo con su misión de salvador para reparar los sexos mutilados de las mujeres que llegan hasta él en busca de ayuda. Las amenazas de muerte por extremistas continúan, pero parece que Foldes lo justifica:

“Supongo que me he convertido en un feminista. Para mí es imposible concebir esta cirugía sin cierto tipo de militancia a favor de las mujeres (…) quizá esto reduce las posibilidades de que otros hombres realicen este trabajo. Pero en mi caso no podía ser de otra forma: encontré a todas estas mujeres traumatizadas por un crimen que ha sido concebido por una cultura masculina y machista. Como médico no podía permanecer indiferente. Reaccioné como médico, pero también como ser humano”

Y la lista de espera es cada vez más numerosa, la voz se ha corrido y sólo él puede operarlas; además lo hace de forma gratuita. Si las mujeres cuentan con papeles de residencia francesa, la seguridad social cubre los gastos, cuando no es así, el propio doctor Foldes paga el coste de 200 euros. El colmo del sinsentido, es que las familias de estas mujeres han pagado hasta 1000 euros para que una partera africana mutile a las pequeñas.

“La operación no es ningún artificio. No hay misterio. Ni es mágica ni es imposible. Se trata simplemente de una cirugía plástica reparativa. Con la parte interna del clítoris, que nunca es extirpada completamente -porque mide unos 10 centímetros-, busco los fragmentos inicialmente rotos y reconstruyo un glande que luego coloco en su sitio original. En unas semanas la piel cicatriza y la sensibilidad regresa en un plazo no mayor a seis meses. La técnica está oficialmente publicada y las mujeres recuperan el placer sexualmpaulatinamente”

Pero en la dignidad femenina, la herida es profunda

Pierre Foldes ha operado en Francia a cientos mujeres. Y cada día le espera una labor de titanes. Tan sólo en territorio francés las estadísticas hablan, con inseguridad que deviene de la clandestinidad, de entre 35 mil y 60 mil mujeres mutiladas o en peligro de serlo. Por eso Foldes sabe que su labor va más allá del quirófano. Dicta conferencias, asiste a congresos, habla con periodistas.

“Es verdad que hacen falta más médicos que hagan esto pero sobre todo, tenemos que detener el problema. Yo soy ahora el portavoz de quienes me confiaron su experiencia. Más que operar a estas mujeres para devolverles el placer, yo necesito hablar por ellas y para ellas. Que tengan una esperanza y que otras no vivan desmoralizadas, sabiendo que antes o después, serán mutiladas simplemente porque una sociedad de valores masculinos retorcidos así lo exige”

La mayoría de sus pacientes viven en Francia, pero poco a poco las mujeres vienen del corazón mismo del problema. Viajan desde África para recuperar su deseo sexual. Muchas de ellas apenas han descubierto que les extirparon la dignidad, y para otras es un

recuerdo doloroso de su primera infancia o de un ritual femenino de iniciación durante la adolescencia. Pero de manera creciente, el factor común es la indignación, el sentimiento de que las han despojado de su feminidad.

“El gran problema es que ellas no tienen la palabra sobre sus propias vidas. Los hombres les hemos robado la voz a las mujeres en muchas sociedades. Y eso es peor que arrancarles el precioso órgano del placer. Yo he vivido ahí y estoy seguro de que si las mujeres pudieran realmente decidir, hace mucho tiempo que este horror hubiera terminado”

Pierre Foldes sabe que va contra reloj: por cada 10 mujeres que interviene 42 mil son mutiladas. Tiene 66 años, y la mitad de ellos los ha dedicado a este tema. Sus cinco hijos son aún muy pequeños para imitarlo y mientras tanto, su misión todavía no tiene herederos.

Francia también aboga por el derecho al placer femenino

Linda Weist es el equivalente al Doctor Foldes en el campo de la abogacía. Su combate contra la práctica de la ablación comenzó hace más de 30 años. Desde el escaparate de la Comisión por la Abolición de la Mutilación Sexual, ha logrado espectaculares avances. Su despertar no fue más agradable: En 1982 la prensa francesa reportaba con terror la muerte de una bebé de origen maliense. El cuerpecito de la pequeña Bobo Traore de apenas 3 meses y medio, se había desangrado a causa de una ablación en el diminuto clítoris. Y esto no ocurría en una lejana comunidad africana, sino en las afueras de París, la capital francesa, precursora de los derechos humanos.

Desde ese día, Weist se ha dedicado a asegurarse que quienes practican este ritual en Francia sean castigados. Y lo ha logrado. A pesar de que países como Suecia e Inglaterra cuentan con una legislación específica contra la ablación femenina, en realidad solamente Francia ha llevado a juicio una treintena de casos. Las penas por este delito oscilan entre 10 y 20 años de prisión más un pago de indemnización a la víctima de entre 25 y 150 mil euros

“La ley sólo sirve si la haces cumplir. Muchos países africanos prohíben la ablación pero la practican. Suecia e Inglaterra tienen leyes especiales para esto pero no la aplican a nadie. Francia no tiene una ley especial. La legislación ya penaliza cualquier tipo de mutilación. Debíamos simplemente aplicarla a estos casos”

Después del caso de la pequeña Traore el país galo aumentó la guardia: médicos y autoridades descubrieron que casi todas las niñas africanas nacidas en su territorio entre 1982 y 1990 habían sido mutiladas, al parecer en rituales colectivos. Muchas de estas

víctimas sólo descubren que lo son a los 18, 25 o 30 años, cuando hacen su primera visita al ginecólogo o cuando sus novios detectan en ellas “ausencia” de las sensaciones normales. Weist explica a Corresponsal de Paz:

“Cuando le pregunto a los hombres africanos la razón para hacer esto, responden que ‘eso calma a las mujeres’; ellas en cambio explican que lo hacen para poder casar a sus hijas, pues en África una mujer soltera no tiene ningún valor y nadie las aceptará si no están cortadas”

Para la abogada Weist se trata de la forma más brutal de machismo; del miedo a lo femenino, y por eso su misión la ha llevado incluso a prohibir que algunas menores salgan del territorio francés para evitar que en África pierdan el cobijo de la ley. Ella lo ha convertido en una lucha personal:

“Descubrimos que muchas niñas eran llevadas de vacaciones a sus países natales. Cuando regresaban de este viaje habían sido mutiladas, por eso nuestra ley protege de esta práctica a las ciudadanas francesas, no importa si el delito se comete aquí o en otro país. Los culpables son igualmente juzgados.”

Por primera vez en la historia, Weist logró que la Comisión de Recursos para los Refugiados bajo la Convención de Ginebra, aceptara que huir de la mutilación era motivo para solicitar asilo político.

¿Qué es y en qué consiste la mutilación genital femenina?

Existen varias modalidades dependiendo de la zona donde se practica, pero en todos los casos, la única ‘anestesia’ presente, es el propio valor de las mujeres.

a) Circuncisión: Eliminación del prepucio del clítoris. Generalmente acompañada de extirpación parcial o total del clítoris.

b) Clitoridectomía: Extirpación total o parcial del prepucio, del clítoris y de los labios menores dejando los labios mayores intactos

c) Infibulación: La más brutal porque conlleva corte del clítoris, los labios mayores y menores, para después coser y cerrar ambos lados de la vulva. Sólo se deja un pequeño orificio que permite la salida de la orina y la sangre menstrual

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